Capítulo 2

Tony


Tony empujaba sin parar dentro de la mujer que tenía de espaldas frente a él. Ni siquiera había tenido que bajarle las bragas; le había subido la pequeña minifalda elástica negra y tan solo las había apartado a un lado, al descubrir que la joven estaba tan empapada como una hembra en celo. El sudor le recorría la cara y estaba a punto de correrse, lo tenía claro. Aquella tía, de la que ya no sabía ni su nombre, estaba resultando ser un polvazo. Sus gemidos, mientras se afanaba en apretar los duros pezones que sobresalían por el reborde del encaje del sujetador, que había medio bajado de un tirón, le estaban poniendo a mil, allí, en el retrete de un cochambroso bar perdido de la mano de Dios, donde estaban los dos de pie, contra los fríos y sucios azulejos del baño.


Bajó su mano derecha y realizó una experta fricción en el clítoris de la joven, mientras la embestía sin parar. Surtió el efecto deseado y esta chilló de placer mientras su grueso pene recibía los escandalosos espasmos de la vagina que, involuntariamente, se contraía debido al orgasmo. La joven intentó girarse para besarlo, pero él se lo impidió sujetándola fuerte por el pelo y girándola. No le gustaba besar; más bien no quería besar… y se dejó ir con un fuerte orgasmo que lo dejó más que satisfecho y aliviado, mientras se dejaba caer sobre la espalda de la joven que no podía dejar de jadear todavía.
—¡Oh, Tony! —exclamó la joven afectada—. ¡Ha sido maravilloso!
Intentó girarse de nuevo ahora que ya habían acabado, pero él, de nuevo, se lo impidió. Necesitaba recuperar el resuello antes de enfrentar a aquella mujer.
—No ha estado mal —expresó él sin mucha efusividad, mientras se apartaba un tanto de ella para que ambos pudiesen acomodar de nuevo sus ropas y salir de aquel baño cutre y sucio.
—Tranquilo —dijo ella intentando recuperar el ritmo cardíaco y girándose de una vez por todas—. Sé muy bien lo que eso significa.
Tony levantó la mirada sorprendido, mientras se retiraba el preservativo y limpiaba el miembro con un clínex, terminando de vestirse y subiendo la cremallera de su vaquero.
—¡Vaya! Me alegro de que los dos estemos de acuerdo —argumentó sin más preámbulos.
La joven torció el gesto todavía con la mirada perdida. ¡No estaba de acuerdo! ¡Ni mucho menos! Pero no era tonta y sabía perfectamente lo que aquellas palabras, junto con aquellos gestos, significaban. Con todo el orgullo que fue capaz de reunir en un momento como aquel, terminó de colocarse la minifalda y salió del baño con un “ha sido un placer”, desapareciendo así de la vista de Tony, que salió de aquel cochambroso reducto para lavarse con agua fresca las manos y la cara.
Al incorporarse del lavabo con desgana, su semblante se reflejó en el pequeño y manchado espejo, mientras se apoyaba derrotado en el lavabo. No es que él quisiese que las cosas fuesen así, pero su estilo de vida así lo requería. Tenía necesidades básicas, como todo el mundo, y necesitaba desahogarse de vez en cuando. Pero no quería relaciones ni ataduras. No se lo podía ni se lo quería permitir. Odiaba ser el tipo amable y simpático delante de las posibles presas para sus más bajos instintos, para después convertirse en el tipo frío y duro que realmente era y poder así librarse de ellas.
Volvió a mirarse en el espejo y se dio asco a sí mismo al pensar en quién era y en quién pudo haber sido, si las circunstancias de su vida hubiesen sido distintas.

Se volvió y salió de allí para regresar a su casa, ahora que ya había cumplido con su objetivo.


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Capítulo 2. Tony

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